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En la plaza del
Azoguejo de
Segovia, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, se alza la impronta de Roma, el gran arpa de piedra
berroqueña y del
Guadarrama unida sin argamasa, mortero ni plomo, nada más que gracias a un cálculo genial que sostiene la gran madeja
pétrea desde el siglo I hasta la fecha. Veintinueve metros de altura, ciento
dieciséis arcos y una extensión de setecientos metros, pero hay que trasladarse hasta
Fuentefría y mojarse las manos en el arrollo de La
Acebada para oír lo que canta el agua que arranca de allí y que el Acueducto transportó quince kilómetros hasta
Segovia capital.
Para imaginar el Acueducto pinchen sobre la fotografía, pero para saber su color que depende de la luz, de la estación del año y hasta del estado de ánimo del que lo
contempla deberán pasear por
Segovia.
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