Úbeda tiene en la tarde de su Viernes Santo una ecuación que en otra época del año y en otra circunstancia sería imposible despejar. Cuando visiten la Ciudad Patrimonio de la Humanidad no dejen de adentrarse en su barrio alfarero, allá donde reina la sanmillanera Virgen de la Soledad, mánchense las manos con el barro; asómbrense con los verdes, ocres, azules y blancos de Paco Tito; bajen la cuesta de La Merced y cuando la suban de vuelta, llénenla, sin que quepa un alfiler, de gentes; cierren los ojos y se obrará el milagro, la Virgen subirá en escasos segundos -lo que nosotros haremos en minutos y con pérdida del resuello- la empinada pendiente y la muchedumbre se arrebujará de tal forma que el paso no rozará a nadie, es como un libro cerrado que de pronto se abre, como cuando Moisés apartó las aguas del Mar Rojo para que lo cruzara el pueblo de Israel.
Podrán disfrutar de la singular Cofradía de la Soledad pinchando sobre la imagen, pero sólo podrán creerlo si lo ven.
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Podrán disfrutar de la singular Cofradía de la Soledad pinchando sobre la imagen, pero sólo podrán creerlo si lo ven.
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