Nunca, estando allí, nos perdimos los sones de los voluntarios Rastro arriba, aquella hora nos parecía mágica, hecha sólo para cofrades de paladar exquisito que saben el lugar y el momento preciso y cuándo renunciar al postre. Aunque nos gustaba más la luz del sol de entonces, hemos de reconocer también, que después de oír las brillantes cornetas entre la Plaza y la calle Gradas, la salida de hoy, antes casi ignorada, por la ojiva gótica que al claro apunta es entre majestuosa y melancólica. Los roncos tambores acompasan la cadencia precisa para que el Pescador de Galiea, que así lo quiso representar Paco Palma, alze la portentosa zancada con inusitada firmeza. Su rostro es más la suma de la pesadumbre, de la humillación, que del insoportable dolor del cruel flagelo romano; a nosotros nos inspira una confianza, nos transmite una paz que quisiéramos convertirnos en el ungüento sanador de la triturada espalda. Es la cofradía a la que siempre hubiéramos querido pertenecer, mas los morados pensamientos y la cervantina gola, de devoción y tradición familiar, sólo nos han permitido admirarla.
Quien no ha visto este guión ni oído esta banda, quien no ha sentido un escalofrío al mirar este Señor de la Columna y Azotes, quien no se ha enamorado de la Caridad ni embriagado con el incienso del Jueves Santo, no conoce todavía la Semana Santa de la ciudad del Renacimiento. Pero pulsando sobre la imagen podrán imaginar cómo es la columna de la Semana Santa de Úbeda.
a andrés fuentes garayalde, superados los duros flagelos de la vida se reune ya con el Pescador de Galilea, con el maestro que le puso rostro y con los hijos que tiempo hace disfrutan de la mejor parte.
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