¡Juan de la Cruz! ¡Divino enamorado!
Pequeño ruiseñor que dice amores.
Te derramas en trinos y candores
anegando los campos del Amado.
Tu música callada me ha calado
el alma con dulcísimos sabores,
y así, ya traspasada, sin temores,
mi soledad sonora se ha tornado.
¡Juan de la Cruz! ¡Mi amigo en la distancia!
Tu noche nunca ha visto mi alborada,
mas mi noche es tu noche, ¡oh dulce calma!,
que inunda los sentidos de fragancia
al borde de una fuente plateada.
Y tu llama de amor…, me abrasa el alma.
María Sánchez Fernández en su libro Pintar Palabras
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