Se baja por la cuesta por donde el Viernes Santo sube la Virgen y se entra por la calle a la que Valencia llaman. Vive aquí, en el barrio alfarero de Úbeda y sus manos se hunden cada día en el barro como nos enseñaran los árabes en su glorioso pasado andalusí, y luego las piezas se purifican en el fuego del horno que ha resistido desde entonces. Se sigue rezando la oración de los cristianos viejos, que Dios te quite lo que te sobre y te ponga lo que te falte. Y es que tiene este noble y oficio bizarro, donde Dios fue el primer alfarero y el hombre su primer cacharro, en Paco Tito, un discípulo aventajado, diríase que podría ser un resto de aquella primera costilla. Vayan todos los que fueren y visitaren a la señora del Renacimiento y penetren bajo sus piedras en los ocres y verdes, en los blancos y azules que con agua y barro, en las manos de Paco Tito, se convierten en sinfonía de Tar, Derbuka, Rebab, Violines, Violas, Kanun y Laúdes. Cada pieza es única e irrepetible, cada pieza es un original, lo saben muy nobles mansiones, humildes moradas, sagrados lugares... Yo creo que bajo este Quijote mora El Dios del Barro.
Manchándose con la tierra de la fotografía entrarán a la galería de Paco Tito e hijo.