Hubo un tiempo en que renunció a Roma, mitificando aún más a aquellos pretorianos de rostro curtido y patilla espesa que desde principios de siglo nos lo traían. Pero hoy, felizmente recuperada su indiosincrasia, han sellado con la loba capitolina el pacto de su procedencia. Invaden la ciudad recordando otro tiempo, otro imperio, pero nadie les teme. Estos romanos no tienen pluma ni terciopelo, ni medias ni orfebrería, sobre sus cascos hay cepillos y sobre algunas de sus cabezas pieles procedentes de alguna cacería, son legionarios de alguna centuria perdida de Hispania provistos de pilum, scutum y galea. Saben bien su misión y su papel, se han aliado con el reo, ahora le abren paso, lo escoltan y le rinden honores.
Cae la tarde del Jueves Santo en Úbeda, el sol se pierde en el horizonte proyectando sus últimos rayos sobre los tejados de san Pablo. La caña que no es de caña, que en ámbar se ha transformado y sobre la imponente texta al Zizyphus Spina Christi o al árbol jujube tres haces de luz le hacen la competencia. Nada es lo que parece, pues pareciendo la Sentencia, el Ecce Homo o la Presentación en el Pretorio aquí la llamamos La Humildad.
Pulsando sobre la imagen podrán acceder a la galería fotográfica de la Real Cofradía de la Humildad, de Úbeda.