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A nosotros nos gusta verlo más en su rotunda desnudez, disfrutar de la anatómica belleza que Benlliure le proporcionó ¿porqué cubrir con tela tan precioso cuerpo?. Jartibles de la jornada del Viernes Santo le acompañábamos, tras despojarnos de los morados hábitos, primer vestido del día, cuando subía por la Corredera, para de nuevo, tras un necesario descanso, recogerlo de subida también por el Rastro. Mas la mejor estampa fue siempre la de un amigo inolvidable que tuve en esta Cofradía, como nosotros nos recogíamos el Viernes los últimos, luciendo ya la severa gola, él, con el rostro cubierto de los colores caídos y la mano yagada por su cadencioso bombo, nos seguía hasta Santa María para marcharnos juntos en el agónico fin al que la muerte pone contrapunto. Probablemente ya no se repita nunca más la estampa que nos proporcionaba este penitente, casi espectral, amigo de otro tiempo; hoy seguiremos buscando su sombra a través de las breves secuencias de nuestro antifaz toda vez que el Señor de la Caída haya penetrado por el desvencijado claustro y la antorchas aún iluminen las viejas fachadas de mansiones señoriales.
Pulsando sobre la imagen podrán acceder a la galería fotográfica dedicada a la Cofradía de la Caída, de Úbeda.
A nosotros nos gusta verlo más en su rotunda desnudez, disfrutar de la anatómica belleza que Benlliure le proporcionó ¿porqué cubrir con tela tan precioso cuerpo?. Jartibles de la jornada del Viernes Santo le acompañábamos, tras despojarnos de los morados hábitos, primer vestido del día, cuando subía por la Corredera, para de nuevo, tras un necesario descanso, recogerlo de subida también por el Rastro. Mas la mejor estampa fue siempre la de un amigo inolvidable que tuve en esta Cofradía, como nosotros nos recogíamos el Viernes los últimos, luciendo ya la severa gola, él, con el rostro cubierto de los colores caídos y la mano yagada por su cadencioso bombo, nos seguía hasta Santa María para marcharnos juntos en el agónico fin al que la muerte pone contrapunto. Probablemente ya no se repita nunca más la estampa que nos proporcionaba este penitente, casi espectral, amigo de otro tiempo; hoy seguiremos buscando su sombra a través de las breves secuencias de nuestro antifaz toda vez que el Señor de la Caída haya penetrado por el desvencijado claustro y la antorchas aún iluminen las viejas fachadas de mansiones señoriales.
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al penitente de la Caída que antes me buscaba en vida, pero después de la muerte.